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SOLO
Solo frente al cristal que me separa de la noche. El alto ficus allá, a las ruedas los trenes pasan. Oigo las ruedas de los coches. Las farolas de neón custodian orgullosas este paisaje detenido en las primeras horas de la madrugada. Nadie golpea el rutinario timbre. Aquí estoy, con mi memoria cargada de recuerdos que quieren serl olvido, sin esperanzas para aguardar el día. Vivo con miedo estas horas que me devuelven a mis seres desaparecidos, a los fantasmas que he ido construyendo en estos últimos meses. Soy un hombre dividido, estoy aquí y en otra parte, estoy allí y en ningún lado. Por qué el aire no transmitirá mis sensaciones, para que acudan los que en estos momentos aciagos quieren saber de mi, comprobar mi fortaleza, escupir al hombre impetuoso que recorre el día cargado de humor y desafío. Suplico piedad en estas horas. Suplico la suavidad de todas las voces y las acaricias que he rechazado.
POEMAS SOBRE LOS BARRIOS (Mi lugar de nacimiento, mi primer paisaje)
Poema introductorio
Uno es de donde vio la luz primera. Luz cegadora, que en su desazón Impregna paisajes, perfumes y silencios. Uno es hijo de este instante en que las manos curtidas cedieron su lugar a la ternura. Uno, a veces, no es de nadie y la soledad se instala como su única poseedora. Menos mal que existe la memoria como rescate enérgico del tiempo pasado. Uno es de este lugar, de este pueblo, de esta gente, a pesar de aspirar a un mundo sin fronteras. Uno es de la pequeña historia cotidiana, de las calles sin asfalto, sin farolas. Es hijo del recuerdo hiriente, del dolor, de la confusión humana. Uno, de vez en cuando, no es nada. Tan sólo un proyecto de libertad, un lamento, una renuncia, una idea. Pregón 1989
Los Barrios
Siete años. El mundo ya es dolor. La vida un río seco. La gente sólo lenguas relucientes dispuestas a herir, a degustar el sabor de la sangre infantil hecha de silencios. Todo se destruye. Nadie te protege. Siete años y estás solo con un dolor que comprendes. Nadie explica nada. Intuyes para siempre, desde entonces.
Calle Ancha
Queda el silencio del atardecer en la calle donde nací. Nunca hubo fuentes ni árboles hermosos pero sí un espacio amplio donde reconocernos y escondernos. La calle siempre tuvo al campo como prolongación, como lugar donde sentir que somos naturaleza abierta, salvaje y decidida. No había parques infantiles pero sí una fragua donde comprender la utilidad del sudor humano. Había tiendas donde imaginar juegos que nunca serían nuestros. El juego éramos nosotros mismos empeñados en crecer, que es una forma de sufrir. No había demasiadas cosas, pero había gentes, personas que algunas marcharon para no regresar y nos dejaron en el corazón una especie de herida, tal vez las primeras que tardan más tiempo en cicatrizar. Desde este silencio del atardecer quiero pensar en ellos, decirles que seguimos siendo los niños que conocieron; que no hemos perdido la ilusión por conseguir un mundo nuevo; decirles que a pesar de saber más somos tan ingenuos como entonces; decirles que a pesar de no estar aquí y, probablemente nunca volvamos, somos dimensiones de ellos, de su tiempo que, en parte, fue el nuestro Sólo queda el silencio del atardecer en la calle donde nací.
Puentes
Había una relación más profunda que el agua en aquellos puentes que delimitaban las zonas de expansión de mi niñez. Puente Chico, puente Grande, puente del Moral, puente de Hierro. Eran como puertas de acceso al interior del castillo blanqueado. Y uno sabía que más allá de esos puentes sólo había otras ciudades donde sentirse extraño. Los ríos me robaron la mirada y desde entonces todo lo contemplo a través del espejismo de sus aguas.
Puente de hierro
Se escuchan las voces del pasado cuando eras el límite del mundo conocido. El punto último de la aventura infantil. En primavera todos huíamos a refugiarnos entre las adelfas para saborear el rumor del río. Entonces el domingo existía para pocos, casi sólo para niños y mujeres complacientes hartas de la rutina vital a la que estaban sometidas. Hoy el progreso te ha arrinconado. No eres ya límite de nada, acaso sólo del tiempo. Nadie te cruza. Se desvían para transitar por carreteras más amplias y lujosas. Permaneces callado y solitario mirando como a los niños de entonces nos ha llegado la hora de ser adultos, de trabajar, de no soñar, de tocar con miedo el rostro, cada día más cercano, de la muerte.
Reflexión en la Plaza
Cuando la ausencia se adueña de este, a veces, débil corazón, todo empieza a oscilar, a desequilibrarse. Es curiosa la vida vista desde la duda, desde la falta de reposo sereno. Es tan interrogativa la existencia que parece conocida, re-vivida en otra latitud. Alguna vez dije que la ausencia de palabras es silencio inquietante y unificador. Hoy digo que la ausencia de palabras es un desgarro en el corazón del que ama, en la llanura solitaria de quien camina en línea recta y es desviado por el destino absurdo de la confusión humana.
Sugerencias de un maletín abierto y de un disco de Bruce Springsteen
Para Fernando
Hay una misteriosa música de jazz escondida en los papeles olvidados. Abrir la carpeta supone revivir lo pasado. Tal vez por eso acumulamos lo esencial, para que lo accesorio no nos pierda en exceso. Lástima que el amor no vuelva de nuevo en cada documento, en cada objeto guardado. El miedo confunde a la memoria: la culpa nos hace envejecer, caducar el pasado. Gritamos para nada, el olvido siempre gana. Luego vienen estas nostalgias con el atardecer. El amor de nuevo nos visita. No nos besa. Esta vida es confusa y, a veces, apetecible. Pero el amor no vuela con suspiros. Es lento. Hay prisa por vivir historias nuevas que sean bálsamo para antiguas grietas. Así es siempre. A ritmo de rock and roll la vida es diferente, Los recuerdos se amontonan en imágenes y ninguno se alza con el protagonismo. Mejor así. La existencia cobra entonces dinamismo y encanto: También misterio. Es posible sonreír, olvidar, recordar, sufrir, sentir placer, cantar. Volver a ser. El rock libera los fantasmas del alma. Nos alimenta. Ya es posible entender quienes somos: luz y agua. Nos lanza por la vía del amor difícil y seguro. Nos aprieta el corazón y lo sumerge en zonas radiantes donde el cuerpo vibra por cada uno de sus miembros. El rock es la fuerza que despierta los instituos. Recuerda que junto a nostalgias y melancolías somos imparables, destellos de crueldad y cinismo: corazones abiertos a cualquier palabra.
Somos besos en la noche, aire luminoso. Volcanes. Abrazos. Somos arte.
Station of San Roque 30-5-85 By Pepe Chamizo
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